Álex, el niño vigués que rompe las barreras del autismo con el deporte
Bullicio, carreras por los pasillos,
algarabía. Hace un buen rato que el timbre ha sonado. Ya es, de hecho,
la hora de comer. Un grupo de niños intercambia impresiones en las
escaleras, otro da patadas a una pelota en el patio, una pareja, frente a
frente en actitud reflexiva, juega una partida de ajedrez. Una estampa
ordinaria en un colegio ordinario. Sucede que, en muchas ocasiones,
dentro de lo ordinario vive lo extraordinario. Y dentro de los muros del
Colegio Montecastelo, en Vigo, emerge Álex como ejemplo de esa
dualidad. El pequeño no lo sabe, pero ha abierto un camino de
integración para muchos otros niños. Una senda de felicidad. La que
siente cuando su mente vuela a la velocidad de la luz frente a un
tablero. La que experimenta cuando se calza las botas de fútbol y
disfruta con sus amigos del balón cada miércoles y viernes, en los
entrenamientos, y cada sábado, en los partidos.
Álex tiene trastorno del espectro autista y de déficit de atención e hiperactividad, además de una limitación visual. Como consecuencia de ello le han diagnosticado un 47% de discapacidad. Álex tiene también más memoria que un disco duro, una agilidad mental fulgurante y un pensamiento lógico a prueba de bombas. Es decir, tiene puntos fuertes y flojos. Como cualquier niño. "Es un máquina en matemáticas", apunta Jorge Fortes, coordinador de deportes del centro y entrenador de su equipo de fútbol. Durante cuatro meses, Jorge ha batallado entre las reglas de los adultos para que Álex pueda seguir siendo feliz entre los niños. Sus niños. Con la normativa de la Federación Galega de Fútbol en mano, el pequeño debía subir de categoría esta temporada y, así, dejar de compartir vestuario con sus amigos. Trabas, correos, llamadas. Obstáculos. Todos superados. Su caso es ya un pionero en este juego, al conseguir una licencia que le permite seguir formando parte de su grupo y que, del mismo modo, dará derecho a cualquiera en el futuro a disfrutar del deporte en categorías adaptadas a sus particularidades físicas o sensoriales. "Es bonito que esto sirva para abrir camino a otras personas en situación similar y, de hecho, ya me han llamado para pedirme consejo", revela Jorge, feliz y orgulloso de echar una mano. "¡Esto no hay dinero que lo pague!", exclama.
Pero una vez el objetivo se ha logrado, toca seguir golpeando balones, toca seguir moviendo piezas. Toca vivir. Y en esa cuestión ordinaria es donde reside lo extraordinario. Álex sigue aprendiendo a diario gracias a sus dos pasiones. Con el fútbol aprende a estar en un colectivo, comprender su rol dentro de un grupo y trabajar en equipo con unos compañeros que lo dan todo por él. Con el ajedrez, a entender que hay unas normas, que hay que respetar el turno del otro y a explotar su agudeza mental. "Nos hace mejores a todos", afirma su entrenador.
El juego de las piezas blancas y negras tiene un efecto muy positivo en el desarrollo de personas con TEA. De hecho, Álex llegó al Motecastelo por recomendación de su terapeuta. En el centro recibe clases y, además, el ajedrez está dentro del programa lectivo en la asignatura de matemáticas divertidas. "Va muy por delante del resto", destaca Jorge, que desvela que cuando juegan le dice "no, no" en el momento en que va a hacer un movimiento que el pequeño considera erróneo. "Se anticipa en varias jugadas al momento presente", comenta Fortes.
Y así, partida a partida, entrenamiento a entrenamiento, partido a partido, Álex es feliz. Sin mayores pretensiones. Sin saber qué ocurrirá con sus pasiones, sobre todo con el fútbol, en el futuro. ¿Qué importa? Lo verdaderamente importante es disfrutar cada día, equivocarse, aprender. Vivir. Como el caballo del ajedrez -la pieza favorita de Álex-, ha ido saltando entre peones, torres, alfiles y hasta el rey y la reina de los adultos, para poder seguir disfrutando de su felicidad extraordinaria como cualquier niño ordinario.
"La pieza que más me gusta del ajedrez es el caballo"
Álex corretea por el patio, juega a la pelota con otros niños y al ajedrez con Jorge Fortes, su entrenador de fútbol y responsable de deportes del Montecastelo. Hay luz en su mirada. Disfruta. Es ajeno a toda la burocracia que ha generado su caso y se empeña en vivir con normalidad. "La pieza que más me gusta es el caballo", comenta con inocencia. "Del fútbol, el balón y meter goles", expresa. Desvela que el año pasado metió ocho, siempre con la ayuda de sus compañeros. "Todos tienen claro que quieren que marque Álex", comenta el entrenador del equipo, también aficionado al ajedrez. "Casi siempre me gana", reconoce.
https://www.laregion.es/articulo/deportes/alex-nino-vigues-rompe-barreras-autismo-deporte/20191026125723902167.html?fbclid=IwAR0v80McwHvCMKXSBl0c2tqiSVreqb4NlMk54zp9BpaEoBxTej_IPLfEvEM
Álex tiene trastorno del espectro autista y de déficit de atención e hiperactividad, además de una limitación visual. Como consecuencia de ello le han diagnosticado un 47% de discapacidad. Álex tiene también más memoria que un disco duro, una agilidad mental fulgurante y un pensamiento lógico a prueba de bombas. Es decir, tiene puntos fuertes y flojos. Como cualquier niño. "Es un máquina en matemáticas", apunta Jorge Fortes, coordinador de deportes del centro y entrenador de su equipo de fútbol. Durante cuatro meses, Jorge ha batallado entre las reglas de los adultos para que Álex pueda seguir siendo feliz entre los niños. Sus niños. Con la normativa de la Federación Galega de Fútbol en mano, el pequeño debía subir de categoría esta temporada y, así, dejar de compartir vestuario con sus amigos. Trabas, correos, llamadas. Obstáculos. Todos superados. Su caso es ya un pionero en este juego, al conseguir una licencia que le permite seguir formando parte de su grupo y que, del mismo modo, dará derecho a cualquiera en el futuro a disfrutar del deporte en categorías adaptadas a sus particularidades físicas o sensoriales. "Es bonito que esto sirva para abrir camino a otras personas en situación similar y, de hecho, ya me han llamado para pedirme consejo", revela Jorge, feliz y orgulloso de echar una mano. "¡Esto no hay dinero que lo pague!", exclama.
Pero una vez el objetivo se ha logrado, toca seguir golpeando balones, toca seguir moviendo piezas. Toca vivir. Y en esa cuestión ordinaria es donde reside lo extraordinario. Álex sigue aprendiendo a diario gracias a sus dos pasiones. Con el fútbol aprende a estar en un colectivo, comprender su rol dentro de un grupo y trabajar en equipo con unos compañeros que lo dan todo por él. Con el ajedrez, a entender que hay unas normas, que hay que respetar el turno del otro y a explotar su agudeza mental. "Nos hace mejores a todos", afirma su entrenador.
El juego de las piezas blancas y negras tiene un efecto muy positivo en el desarrollo de personas con TEA. De hecho, Álex llegó al Motecastelo por recomendación de su terapeuta. En el centro recibe clases y, además, el ajedrez está dentro del programa lectivo en la asignatura de matemáticas divertidas. "Va muy por delante del resto", destaca Jorge, que desvela que cuando juegan le dice "no, no" en el momento en que va a hacer un movimiento que el pequeño considera erróneo. "Se anticipa en varias jugadas al momento presente", comenta Fortes.
Y así, partida a partida, entrenamiento a entrenamiento, partido a partido, Álex es feliz. Sin mayores pretensiones. Sin saber qué ocurrirá con sus pasiones, sobre todo con el fútbol, en el futuro. ¿Qué importa? Lo verdaderamente importante es disfrutar cada día, equivocarse, aprender. Vivir. Como el caballo del ajedrez -la pieza favorita de Álex-, ha ido saltando entre peones, torres, alfiles y hasta el rey y la reina de los adultos, para poder seguir disfrutando de su felicidad extraordinaria como cualquier niño ordinario.
"La pieza que más me gusta del ajedrez es el caballo"
Álex corretea por el patio, juega a la pelota con otros niños y al ajedrez con Jorge Fortes, su entrenador de fútbol y responsable de deportes del Montecastelo. Hay luz en su mirada. Disfruta. Es ajeno a toda la burocracia que ha generado su caso y se empeña en vivir con normalidad. "La pieza que más me gusta es el caballo", comenta con inocencia. "Del fútbol, el balón y meter goles", expresa. Desvela que el año pasado metió ocho, siempre con la ayuda de sus compañeros. "Todos tienen claro que quieren que marque Álex", comenta el entrenador del equipo, también aficionado al ajedrez. "Casi siempre me gana", reconoce.
https://www.laregion.es/articulo/deportes/alex-nino-vigues-rompe-barreras-autismo-deporte/20191026125723902167.html?fbclid=IwAR0v80McwHvCMKXSBl0c2tqiSVreqb4NlMk54zp9BpaEoBxTej_IPLfEvEM